Tenía hambre, hambre de morir. Desde siempre sabía que algún día te encontraría. Te había esperado con una impaciencia sin límites, y cuando llegaste, quería que me devorases. Quería que me deformases a tu imagen para que nadie mas después de ti pudiera comprender la razón de tanto deseo.
En algún momento nos quedaremos solos. Eso me decía constantemente el subconsciente. Quería que la noche no tuviera fin, que el día no empezara para nadie.
No quería tu corazón. Sino tu carne, tu piel, tu sangre y huesos, tu voz, tus pensamientos, tu pulso. Y sobre todas las cosas, tus huellas digitales, en todas partes.
A pesar de todo, me sigues matando a la vez que sanas. Provocas que llore el día muerto con lucidez y buena voluntad. Provocas que no haya nada más que hacer salvo el pasar de las horas.
Llegará el momento en que ya no
sabremos dar nombre a lo que nos una.
Inspirado gracias a: Ana.