jueves, noviembre 17, 2011

Dejando hábitos. Añadiendo nuevos.

La gente se formatea. Me he convertido en una chimenea y mi existencia en estos instantes depende de mis últimos dos cigarros. El alcohol no calma el vacío, y por mucho que me ahogue en el fondo de un vaso empiezo a pensar que las drogas pueden ser la única solución.

Ahora sólo me dedico a deambular por las calles sin un objetivo fijo. La rutina de siempre a veces evade; Mismas caras, mismas conversaciones. Todo es siempre lo mismo.

Una buena historia no tiene principio. Ni tan siquiera final. Digamos que sólo cambia de lugar en la memoria, y en el momento menos pensado, le da por aparecer condenándonos de nuevo al pasado que se nos escurre entre los dedos.

La vida es simplemente lo que queramos ir contando.

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