Hay un momento justo antes de dormirte completamente en el que tu conciencia recupera en un instante los momentos más importantes vividos durante lo largo de tu vida. Cada día, cada noche, sin darnos cuenta... Dicen que el segundo después al flash, aparece la persona que te hace sonreír, e inconscientemente, nos dormimos.
Llevo todo el puñetero día pensando en lo difícil que es decirle a alguien que le quieres y que precisamente por eso nos quedamos a las puertas de ser felices. A veces, no me gustaría quedarme siempre a las puertas de nada. Me gustaría tener el valor de mostrar los sentimientos sin miedo a que me los rechacen.
Lo malo de los sentimientos es que tienen ese modo sigiloso de aflorar
cuando menos te lo esperas... y yo ante eso no puedo hacer nada.
A veces, me gustaría mandar todo a tomar por culo y decirle a las personas que aprecio que quisiera ser en sus vidas una pena de ausencia, un dolor de distancia o que tuviésemos una eterna amistad. Sin más... Y me jode, porque no tengo resistencia en cuanto a mostrar lo que siento. Y lo peor de todo es que cada día que pasa, tengo menos.
Y es que, para mi, la resistencia es tener el valor de poder sobrevivir a la vida. O cuando estás decaído, poder volver a ella. Y pasar de todo, y de todos los que me impiden caminar. Para mi, resistencia significa libertad, por estúpido que parezca. Decir lo que quieras en cualquier instante sin sentirte cohibido...
Iré a un arroyo de whisky. Me lo beberé entero, sin dejar una gota. Y con ello, conseguiré olvidarme de todo. Lo prometo. Es hora de hacer de la vida un paisaje de esos que sólo pueden ser vistos cuando se miran con los ojos cerrados.