Con las puntas abiertas no sabemos caminar, ni hablar, ni mostrar sentimientos. Los clips del pelo desaparecen en cuanto no te das cuenta, se parecen a ti. Te dije que me llevaras contigo si te tenías que ir y no lo has hecho, nunca haces nada de lo que te pido. Estás a punto de caducar en mi vida, tendré que tirarte a la basura, como a todos los demás. Ahorro fuerzas para ponerme bonita y tú ni siquiera me miras. Me he prostituido tres veces en los últimos veintidós minutos y he hecho trece integrales (¿quién dijo que tal numero daba mala suerte?). ¡Menudas pamplinas! - dijo alguien - ya ni sé quién articuló semejantes palabras. ¿Algún día te volverás? ¿Te volverás de cara y me hablarás como si nada? Me echo de menos, pero más echo de menos quererte. Para que sepas, esto no es una carta de amor, no nos equivoquemos. Seamos realistas. Riamos. Lloremos. Bromeemos. Leamos estos fragmentos con neuronas muertas a causa del alcohol. ¡Que se mueran los mediocres! Perdamos lo inconsciente. Bañémonos en el mar una fría noche de invierno. 'Qué guapo estás hoy, qué bien te queda esa ropa, me encanta tu pelo'. Todo mentiras. ¿Dónde estarán los besos? Se los han quedado las flores. Creo que me voy a pintar las uñas en el tejado. Los colores de mis uñas están perdiendo su esencia, y los fluorescentes no sirven para estudiar. Tengo que decir algo y me da miedo. Creo que mi marido se está enamorando de mí. Pero eso solo ocurriría si tuviese marido. Hay problemas dentro de las legumbres, creo que tienen sentimientos. En fin, tengo cuatrocientos ochenta y cuatro hijos dentro de la barriga y uno se siente marginado. Menudos hijos de puta, los demás. Creo que ese es el motivo por el cual nunca tendré hijos. He dicho.
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