Hoy no hace frío, ni calor. El viento es suave. Y mi pelo se mueve con cada brisa tapándome la cara... Estoy sola, otra vez. Unos escasos trozos de papel y un bolígrafo son mi única compañía.
Debería estar estudiando, lo sé. Mi conciencia siempre se ocupa de recordármelo una y otra vez. Pero ahora no es el momento.
De repente, un hormigueo me recorre la espalda. Me imagino que es tu aliento. Pero no es más que un insecto que intenta apoderarse de mi cuerpo... Me sacudo. Me entristezco... Ya me había hecho ilusiones.
Estoy tan solo a unos metros de mi casa y parece que esté lejos. Este parque siempre se ocupa de llevarse todo lo malo, de mi mente, y de mi cuerpo...
Silencio. Paro. Cojo otro papel, y vuelvo.
Se escucha un rugido. No se de dónde procede pero se apodera de todos mis pensamientos. Supongo que no es más que un delirio, una imaginación, un recuerdo. No me entretengo.
Entonces, empiezo a arder. Ardo. Y continúo ardiendo.
El viento sopla fuerte esta vez, me deja la cara al descubierto. Todo al descubierto... Ahora son mayores los recuerdos.
Este banco aún tiene tu nombre. Está tan grabado y tan clavado como en mi pecho... No se borra ni con el paso del tiempo.